Panfletos

1º de mayo, el día de los trabajadores revolucionarios (2010)



Han pasado, desde el 1 de Mayo 1886, 124 años en los que el movimiento obrero mundial recuerda a los mártires de Chicago de la manera más digna posible, como lo es seguir la lucha contra el capitalismo y contra el Estado. Su muerte no puede quedar en vano, y la causa por la que murieron estos anarquistas tampoco debe extinguirse. Dieron su vida para defender la dignidad de los trabajadores y trabajadoras de todos los países, y la jornada laboral de 8 horas. Ahora, en la situación en la que nos encontramos, 124 años más tarde, el panorama no es demasiado alentador.

La Europa del capital nos obliga a rebelarnos otra vez contra las imperativas estatales de una reforma laboral nuevamente, entre las medidas de prolongar a 67 años la edad de jubilación debido a la crisis del capital, que no es solo una crisis económica, lo es también global, y la económica es solo una de sus caras más o menos visibles. Tal reforma es una tomadura de pelo para el sindicalismo revolucionario y de clase.

Tras varios siglos más de vigencia del sistema capitalista, nos reafirmamos en algo que ya antes habían dicho nuestros compañeros: que el sistema capitalista degrada y se escapa a la sostenibilidad temporal, humana, económica, moral, y ecológicamente. Ahora más viva y más fuerte que nunca debe de estar presente la solidaridad entre los oprimidos y entre los pueblos contra el Capital y el Estado.

El sistema capitalista en el que vivimos, ha convertido este día de lucha internacional en una fiesta laboral como cualquier otra de corte religiosa o laica, y esto no se puede consentir. Debemos exigir el carácter sumamente revolucionario del 1º de Mayo, y desenmascarar a todos los sindicalistas profesionales de los sindicatos verticales CCOO y UGT, que no son nada más que empresas de servicios sindicales, que viven de los conflictos y las miserias a las que está sometida la clase obrera, y que ni siquiera respetan a sus propios empleados que trabajan asalariados para estas instituciones burocráticas.

Sin embargo, como anarquistas y como revolucionarios que somos, no queremos ni nos satisfacemos con reformas cortadas por patrones de la clase obrera, no queremos reformas ni burocracias, ni aparatos estatales ni capitalismo. Luchamos por una sociedad igualitaria y libre, donde el trabajo sea causa del desarrollo de la personalidad de cada uno/a de nosotrxs, y no se encuentre sometido a las exigencias de un Capital atroz, que en vez de sumar, separa y divide a la humanidad. Buscamos un mundo donde la iniciativa, la voluntad, el esfuerzo por construir nuestras vidas sea algo tan material y concreto como una cuchara de metal, y no solamente una aspiración o un sueño ideal.

No queremos una sociedad con Estado, porque entendemos que el Estado es contrario a nuestra libertad, la antípoda misma de ella, la esclavitud total, pues defiende los intereses de las clases opresoras, los capitalistas-privados y los políticos-burócratas. El Estado y el capitalismo se dan la mano en su existencia misma: la propiedad privada necesita de la fuerza para mantenerse, es decir, del Estado, y la fuerza militar no tiene sentido si no defiende unos intereses exclusivos, la propiedad privada. No puede existir uno sin el otro.

Nuestra apuesta y nuestro programa se basa en la libertad de las personas, en su autodeterminación y su autoorganización, su iniciativa libre en todos los ámbitos de la vida colectiva, que no excluye ni rechaza, sino que libera y coordina. Esa es nuestra fuerza, la solidaridad y el respeto por los que luchan por un mundo mejor, donde desaparezcan todas y cada una de las categorías que nos dividen, las de propietarios y trabajadores, las de opresores y oprimidos. No es una utopía lo que buscamos. Queremos la autorregulación autónoma de la vida y no la regulación legislativa ajena que se hace de ella ahora mismo.

Si la humanidad es incapaz de gobernarse a sí misma, ¿cómo podemos aceptar que unos cuantos puedan hacerlo por nosotros mejor que lo haríamos nosotros mismos? Viva la anarquía.