Nos alegra ver que, ante este panorama de crecimiento constante de la desigualdad y la injusticia en todo el mundo, no somos lxs únicxs indignadxs. Nos alegra que por fin se haga lo mínimo que debemos hacer: protestar. No sabemos si servirá de mucho, pero valoramos la intención y la esperanza de quienes estamos hoy aquí, y desde luego es mejor poco que nada. Sin embargo, esta manifestación debe ser sólo el principio de un proceso que culmine en una democracia que haga honor a su nombre (que sea el pueblo quien decida), y nos gustaría que todxs reflexionáramos sobre cuál debiera ser ese objetivo que perseguimos.
El papel que nos dejan las instituciones democráticas es únicamente de pasividad y delegación: dejar en manos de otrxs nuestros intereses, como si nuestros intereses pudieran ser representados por otrxs que no se encuentren en nuestra situación ni vivan nuestro día a día. Nunca un/a políticx ni nadie podrá representar los intereses de nadie salvo los suyos propios, y menos aún los de la sociedad al completo, porque se encuentran completamente sustraídxs de la realidad en la que vivimos. Pero es que además han demostrado con creces que no es por nosotrxs por quienes se preocupan. Lxs que provocaron la crisis económica –especuladorxs, grandes bancos e instituciones internacionales del capitalismo– siguen llenándose los bolsillos con el dinero de lxs trabajadorxs de todo el mundo, gracias al Estado. Nos demuestran una vez más la inseparabilidad de sus funciones y su complementariedad.
Nos han dicho miles de veces que no hay ningún sistema mejor que el actual. Nos han negado hasta el aburrimiento la posibilidad de una organización social radicalmente novedosa. Pero esto no es más que una falacia que no pueden sostener con argumentos. ¿O acaso habría podido alguien en el siglo XVIII defender, con argumentos, que no había otro sistema mejor que la monarquía absoluta? Existía alternativa entonces, y existe también ahora; pero no vendrá de la mano de ningún partido político, pues siempre han impedido el ejercicio de la verdadera democracia (la directa) limitando nuestro poder de decisión a elegir dictador/a cada cuatro años, en el mejor de los casos.
Nuestra propuesta es la democracia directa, una forma de decisión e implicación personal sin partidos ni jerarquías, y que obligatoriamente debe ser frontalmente opuesta a una democracia parlamentaria que se basa en la anulación de tu capacidad de decisión y responsabilidad a través del sufragio, la ficción de la representación, la irrevocabilidad de los cargos, la privatización de la capacidad de decisión, y el principio de la mayoría. Defendemos la abstención activa contra las urnas y contra los partidos políticos, a quienes sólo alguien demasiado inocente les podría confiar sus esperanzas. Defendemos una propuesta de organización social basada en la asamblea y la acción directa auto-organizada de todxs lxs trabajadorxs, sin intermediarixs ni partidos políticos.
Sólo podemos crear una sociedad mejor generando voluntad popular de forma que seamos todxs nosotrxs quienes luchemos por nuestra dignidad, hasta alcanzar la verdadera libertad. Y la libertad solo puede conseguirse practicándola de forma cotidiana y acostumbrándonos a la responsabilidad que exige. Pongamos en marcha asambleas en nuestro centro de trabajo, en nuestro instituto o facultad, en nuestra comunidad de vecinos, y comencemos a tomar las decisiones que nadie debería estar tomando en nuestro nombre. Sólo con nuestro esfuerzo diario organizado y autogestionado podremos crear la regeneración social, cultural y ética que exige nuestra alternativa.
El papel que nos dejan las instituciones democráticas es únicamente de pasividad y delegación: dejar en manos de otrxs nuestros intereses, como si nuestros intereses pudieran ser representados por otrxs que no se encuentren en nuestra situación ni vivan nuestro día a día. Nunca un/a políticx ni nadie podrá representar los intereses de nadie salvo los suyos propios, y menos aún los de la sociedad al completo, porque se encuentran completamente sustraídxs de la realidad en la que vivimos. Pero es que además han demostrado con creces que no es por nosotrxs por quienes se preocupan. Lxs que provocaron la crisis económica –especuladorxs, grandes bancos e instituciones internacionales del capitalismo– siguen llenándose los bolsillos con el dinero de lxs trabajadorxs de todo el mundo, gracias al Estado. Nos demuestran una vez más la inseparabilidad de sus funciones y su complementariedad.
Nos han dicho miles de veces que no hay ningún sistema mejor que el actual. Nos han negado hasta el aburrimiento la posibilidad de una organización social radicalmente novedosa. Pero esto no es más que una falacia que no pueden sostener con argumentos. ¿O acaso habría podido alguien en el siglo XVIII defender, con argumentos, que no había otro sistema mejor que la monarquía absoluta? Existía alternativa entonces, y existe también ahora; pero no vendrá de la mano de ningún partido político, pues siempre han impedido el ejercicio de la verdadera democracia (la directa) limitando nuestro poder de decisión a elegir dictador/a cada cuatro años, en el mejor de los casos.
Nuestra propuesta es la democracia directa, una forma de decisión e implicación personal sin partidos ni jerarquías, y que obligatoriamente debe ser frontalmente opuesta a una democracia parlamentaria que se basa en la anulación de tu capacidad de decisión y responsabilidad a través del sufragio, la ficción de la representación, la irrevocabilidad de los cargos, la privatización de la capacidad de decisión, y el principio de la mayoría. Defendemos la abstención activa contra las urnas y contra los partidos políticos, a quienes sólo alguien demasiado inocente les podría confiar sus esperanzas. Defendemos una propuesta de organización social basada en la asamblea y la acción directa auto-organizada de todxs lxs trabajadorxs, sin intermediarixs ni partidos políticos.
Sólo podemos crear una sociedad mejor generando voluntad popular de forma que seamos todxs nosotrxs quienes luchemos por nuestra dignidad, hasta alcanzar la verdadera libertad. Y la libertad solo puede conseguirse practicándola de forma cotidiana y acostumbrándonos a la responsabilidad que exige. Pongamos en marcha asambleas en nuestro centro de trabajo, en nuestro instituto o facultad, en nuestra comunidad de vecinos, y comencemos a tomar las decisiones que nadie debería estar tomando en nuestro nombre. Sólo con nuestro esfuerzo diario organizado y autogestionado podremos crear la regeneración social, cultural y ética que exige nuestra alternativa.
OTRO SISTEMA ES POSIBLE Y NECESARIO, LO ÚNICO UTÓPICO ES CREER QUE NO NOS HARÁ FALTA LUCHAR PARA ALCANZARLO